martes, 10 de diciembre de 2019

República y Democracia


Hace unos pocos meses, el abogado, supuestamente constitucionalista, Carlos Mesía, de marcada afinidad al partido aprista, dijo en el ahora disuelto congreso, en la Comisión de Constitución, a la que fue invitado por la bancada fujimorista, presidida por la inefable Rosa Bartra, que "al pueblo no se le debe hacer caso". Sus palabras literales fueron:

“Al pueblo no se le hace caso, al pueblo se le gobierna y el pueblo solo tiene derechos, y de esos derechos, al pueblo le nacen de la Constitución, los derechos del pueblo nacen de la Constitución y el pueblo tiene derecho a elegir”.

De inmediato muchísma gente salió a criticarlo, la prensa contraria al fujimorismo lo atacó (con justa razón), políticos, opinadores, politólogos, etc. Muchas personas con gran influencia y supuesta inteligencia, lo criticaron ácidamente. De hecho, yo opino que lo que dijo el Dr. Mesía fue una burrada, no porque el fondo de su opinión esté errada (como creo el 99% de los que lo criticaron, afirman), sino porque usa un argumento válido para aplicarlo a un fin negativo; bloquear los intentos del gobierno para adelantar elecciones o un cierre del congreso (lo que eventualmente sucedió).



Verán, aunque el Perú tiene un gobierno de base democrática, no sigue un esquema de democracia absoluta. ¿Les sorprende lo que leen? Pues así es. El Perú es una REPÚBLICA, incluso el nombre oficial del país así lo identica, La República del Perú.

No, una república no es necesariamente 100% democrática. En nuestro frágil y débil sistema, el poder nace del pueblo (la base de la democracia), pero se hace eligiendo representantes (presidente y congresistas), o sea es una democracia representativa. Pero es básicamente una república, lo que significa que somos lo opuesto a una monarquía; nuestros gobernantes no son una élite familiar que se pasan el poder a dedo o por herencia, como las familias de "nobles" de entre quienes emergía un "rey".



Luis XV de Francia
Antiguamente, se creía que el rey era un ser de ascendencia divina, todopoderoso y su poder era tal, que controla todo en su país, era el dueño absoluto de toda la tierra, los animales, plantas y personas en ella, con poder sobre la vida y la muerte. Todo eso cambió con la revolución francesa, donde literalmente el rey de Francia, Luis XVI, perdió la cabeza, y a partir de ese evento, las monarquías europeas empezaron a perder poder. Actualmente las antiguas monarquías son mayormente constitucionales, tienen un primer ministro, parlamento, y el rey (o reina), ya no tienen el poder de antaño; son actualmente casi sólo figuras decorativas. Los únicos países donde persiste el modelo de monarquía absoluta son Brunei (hogar de su famoso y multimillonario Sultán), Oman y Arabia Saudita.



La principal característica de una República es la separación de poderes. Este mecanismo divide el poder en 2 o más instituciones, usualmente 3; el gobierno central (o federal), el congreso y el poder judicial, todos independientes el uno del otro, y ninguno con poder absoluto, hay un balance de fuerzas, en teoría, para evitar que una de esas entidades cometa abusos. Esta característica en la práctica, limita el poder del pueblo. Me explico; el pueblo elige a los gobernantes y a su congreso, y si ellos quieren cometer algún abuso con el poder que les concedió el pueblo, ya sea porque el gobernante de turno lo decide así o porque el mismo pueblo se lo exije, se tiene un contrapeso (otro poder del estado), otra institución tiene la facultad de evitarlo o al menos retrasarlo. Por lo mismo, el poder no está realmente 100% en el pueblo, como en una democracia total. El poder lo otorga el pueblo, pero no se transfiere de forma absoluta; es dosificado y modulado.



James Madison
Nuestro sistema es parecido al de los Estados Unidos de Norteamérica, allá tampoco el poder lo ejerce el pueblo de forma inmediata y automática. Todo gracias a la inteligencia visionaria de James Madison (considerado el padre de la Constitución americana), artífice de este sistema, que se basó el antiguas repúblicas (como la romana por ejemplo), pero que fue mejorada con mucha astucia y equidad; aunque el principio es similar, en la Roma antigua no todos eran ciudadanos romanos (extranjeros, esclavos y mujeres estaban excluidos).

Por el contrario, un ejemplo de democracia absoluta es el gobierno del Reino Unido o la Gran Bretaña. En el viejo imperio, en la actualidad la reina (actualmente Elizabeth II) no tiene los poderes de antaño, es la Cámara Baja del parlamento (o casa de los comunes, todos elegidos por votación popular), quien tiene el poder absoluto; hace leyes, las deroga, elige al 1er ministro, y lo puede sacar cuando así lo decida; el poder de la cámara baja no tiene contrapeso en ninguna otra institución del estado británico y en este caso, sí se puede decir que el poder está 100% en manos del pueblo. Pero, hablamos de un pueblo maduro, inteligente en su mayoría, que rara vez se deja llevar por populismos y decide, casi siempre, bien.

Regresando al Perú, nuestro sistema republicano con su separación de poderes, está diseñado para que ninguna persona o grupo político en el gobierno, tenga poder de hacer lo que se le venga en gana, con el poder que ganaron en las urnas en unas elecciones libres y democráticas. Es por eso que es muy malo, insisto MUY MALO que un candidato, se elija también con una mayoría absoluta en el congreso; es casi como darle total control del estado. También es malo que un congreso, un grupo político tenga una mayoría contundente (es decir, que sus votos sean más que los de todos los otros grupos juntos), lo acabamos de ver en el Perú, no hay balance, al no tener impedimentos para hacer lo que quieran, pueden empezar a hacer abuso de su poder, y de forma "legal".


Civiles seguidores de Hitler
¿Por qué no es bueno que el pueblo tenga todo el poder en sus manos? Porque muchas personas pueden ser inteligentes, pero la masa es estúpida. Quizás viene de las épocas de las cavernas, donde el humano dependía del grupo para sobrevivir, y seguían casi ciegamente el liderazgo del macho alfa, pero es muy común ver personas con un nivel de inteligencia alto, seguir fanáticamente a una persona que no reune las condiciones de líder. O tienen intereses muy particulares en que ese líder, llegue al gobierno.


¿Por qué? Es simple, para evitar que la mayoría en un país, tiranice a la minoría. Ejemplo, si la mayoría católica en el Perú, coloca un presidente y controla el congreso, y deciden sacar una ley que prohíbe otras religiones, castigando el no ser católico con cárcel, las minorías evangélicas, judías, musulmanas, védicas, ateos y agnósticos, seríamos perseguidos injustamente. Y sería legal. A veces la mayoría es peligrosa. ¿Creen que no podría pasar? Miren lo que la hoy avanzadísima e inteligente Alemania, hizo hace unos 80 años; exáctamente eso.

También es cierto que muchos líderes usan el populismo para ganar seguidores, y para eso es muy útil un pueblo ignorante u ocioso (acostumbrado a vivir de las dádivas del gobierno). Usar el populismo para construir una base de seguidores fanáticos, es una herramienta ampliamente usada, un ejemplo de eso se ha visto recientemente en Venezuela. Me parece que este efecto también se da en el Perú, con el fenómeno del fujimorismo. Hay personas que están tan agradecidas con que Alberto Fujimori les haya llevado luz, asfaltado pistas o construido un colegio en su pueblo, donde nunca antes el estado se preocupó de ellos, que hasta hoy, casi 30 años después, siguen fanáticamente a su hija. Facundo Cabral decía ...le tengo miedo a los idiotas, pues son muchos, y al ser mayoría, hasta eligen presidentes... 

Se sabe hasta el hartazgo que la educación es la única forma de progreso, pero si vemos cómo se gobierna la mayoría de estados en el planeta, no es sorpresa que la inversión pública en educación, sea tan pobre. Los países escandivanos son los que más invierten en educación, pero en el mejor de los casos, esta inversión se acerca al 10% del PBI, pero mundialmente está en una media del 3%, casi siempre superada por las inversiones militares de cada país. Se dice que los políticos quieren a la gente ignorante, para así manipularla fácilmente; ¿a alguien le queda duda que eso es cierto?

No hay sistema perfecto, siempre será posible encontrarle una rendija a la legalidad o una trampita a las reglas. Existe el fraude electoral, o el poder económico que con vastas cantidades de dinero, financian millonarias campañas para elegir a los candidatos de su preferencia, pero que esperan recuperar con creces lo invertido. No se piensa en el bien colectivo, en el progreso del país como una comunidad; la ambición particular avasalla el interés común.


Por eso, el sistema republicano moderno, con su separación de poderes, mecanismos de control y retardo en aplicar las medidas que el pueblo (la masa) exige, es en mi punto de vista, el mejor sistema. No siempre lo que dice el pueblo, es lo más adecuado por hacer, vox populi, vox dei, es una exageración de la democracia. Un líder verdadero debería tener la inteligencia de siempre escuchar a su pueblo, hacerle caso en las cosas que le convienen a todos (en el mediano y largo plazo), y negarse a hacer lo que puede traer malas consecuencias en el futuro, por más que el pueblo se lo pida con las antorchas encendidas en la mano. No siempre el pueblo tiene la razón.


lunes, 9 de diciembre de 2019

Los 4 pilares del futuro




No entiendo bien a dónde nos estamos dirigiendo como sociedades. Pero veo noticias y no es un buen momento. En muchos paises, hay caos y polarización, está por todos lados. Recientes disturbios en Chile, Bolivia, Ecuador y Colombia, son prueba de ello. Ni qué decir de Venezuela. Incluso en los EEUU, la división entre demócratas y republicanos es la más severa que se haya visto en la historia; no paran de atacarse, y actualmente se está cocinando una destitución constitucional al presidente Donald Trump (el impeachment), algo nunca antes visto. Trump es un personaje controvertido, qué duda cabe, pero no seamos ingenuos, no es ni más ni menos que muchos otros de sus antecesores.








En mi Perú, hay varias brechas entre personas, algunas muy profundas. La más importante creo que es entre los fanáticos fujimoristas, y los que no lo son; yo soy de los segundos. Y esta brecha divide al país casi en dos. Es sorprendente, no comprendo por qué hay personas que cierran los ojos ante las evidencias de corrupción y decadencia. Entiendo que hayan personas que en su momento, apoyaron y estuvieron de acuerdo con las acciones de Alberto Fujimori, cuando era presidente. Particularmente durante su primer gobierno (1990-2000) y en la primera parte del segundo. Veníamos de un desastroso gobierno aprista, que nos puso al borde del abismo, con una hiperinflación increíble y con el terrorismo ganando terreno; Fujimori hizo lo que debía hacer (aplicar el plan de Mario Vargas Llosa), frenó la crisis económica, y sentó las bases para que la lucha contra el terrorismo sea más eficiente. Nadie fuera de su sano juicio se podría oponer a lo que Fujimori hizo al inicio. Pero luego, cuando el poder se le subió a la cabeza, tomó por asalto las instituciones, trató de copar todo el estado (compra de congresistas, poner a sus allegados en cargos de decisión en el poder judicial, comprar prensa, etc. etc), y sobre todo, empezar a robarse el dinero de los peruanos, eso ya no es aceptable. Todo maquinado astutamente por su mano derecha y asesor en la sombra, el ex-capitán del ejército, Vladimiro Montesinos. Muchos de sus latrocinios fueron corroborados y luego Fujimori escapó a refugiarse en Japón, donde vivió cinco años, e incluso llegó a ser candidato al parlamento japonés. Misteriosamente a fines del 2005 salió de japón y llegó a Chile, donde fue detenido (tenía una orden de Interpol) y luego extraditado al Perú. Actualmente cumple condena en Lima. A pesar de todo, una gran parte del país lo sigue apoyando y ahora también apoyan a su hija Keiko, quien no tiene calificaciones suficientes como para ser presidente. Es algo que no llego a comprender.

Similares polarizaciones de opinión se pueden ver el muchos países, incluso en Europa, miren lo que está pasando en España y Francia; nos estamos dividiendo y enfrentando, yo diría que estamos retrocediendo. En lugar que el mundo se unifique poco a poco, estamos armando clanes con marcado odio hacia nuestros vecinos. La humanidad debería de eventualmente (me refiero a en unos 100 o 200 años), unirse en una sola federación mundial, con representantes de las diferentes naciones, y ponerse de acuerdo para resolver los principales problemas del mundo. Algo así como la Fundación de Asimov, o la Federación de la saga Star Trek; una organización de todas las naciones donde se vigile que el mundo esté libre de atrocidades y pobreza. ¿Llegará a ser eso algún día las Naciones Unidas? 

Por el contrario, actualmente es un tiempo de separación, de ira, de desunión, de conflictos. No puedo creer por ejemplo que los Catalanes no se sientan españoles, o que los bolivianos de Sucre y los del altiplano se miren como extraños, que exista gente de extrema derecha e izquierda, con ideas antagónicas y hasta beligerantes. Incluso acabo de leer que los habitantes de Alberta, una de las provincias de Canadá, quiere separarse del resto de su país. Me temo mucho que la política mundial, salvo en algunos pocos países, es una olla de presión, que va a terminar por estallar en algún momento.

Todo se podría empezar a corregir, si los sistemas educativos empezaran a inculcar en los niños, buenos valores, de forma seria y desde los más pequeños, hasta que tengan la conciencia desarrollada y puedan asimilar estos valores como algo natural. 

Los cuatro principales valores que debemos enseñar a todos los niños, como base para una sociedad más justa, creo yo que son:
  • El respeto; para mi el valor más importante. Los humanos debemos de saber respetar a nuestros prójimos, no hacer a nadie lo que nos nos gustaría que nos hagan. Pensar en no molestar o incomodar, en ayudar, no hacer sentir mal a nadie, ni por nuestros actos, ni por inacción. El respeto genera más respeto, es como la tercera ley de Newton, su acción crea una reacción igual pero de regreso.
  • La tolerancia; en el mundo siempre habrán humanos con diferente aspecto, con diferentes creencias, con diferentes costumbres, diferentes formas de pensar. Debemos reconocer nuestras diferencias y no juzgar. Tampoco hacer burla de lo que tú consideras ridículo porque es muy diferente a lo que estás acostumbrado. A menos que toda la humanidad sea de la misma raza, con el mismo idioma, cultura  costumbres, la tolerancia es necesaria.
  • El amor; Albert Einstein dijo que el amor es la fuerza más poderosa del universo. Yo le creo. Con amor, todo es posible, realmente todo. El problema es que el mundo no cuenta con suficiente. Suena ridículamente cursi y amelado, pero es verdad. Si los conflictos que surgen entre personas, se pudieran discutir con un poco de amor, no habrían guerras, discusiones, malos entendidos, etc. Pero nadie llega a la mesa de negociación con amor entre sus notas, cuentas, papeles, demandas, acusaciones, pruebas, exigencias, etc. Imagínense que los partidos políticos y/o países se juntaran para discutir sus diferencias con amor, como si fueran hermanos por ejemplo, o hijos y padres. El 99% de las veces las discusiones acabarían con un acuerdo bueno para todas las partes, porque como amas a la persona con quien negocias, llegas a un buen acuerdo porque no quieres hacerle daño, ¿no sería genial?
  • La integridad; no hay herramienta más útil para la convivencia, que la integridad. Saber reconocer lo correcto todas las veces, y tener el coraje de hacer lo justo, es una característica tan escasa como los tréboles de 4 hojas. Si las personas conducieran sus vidas con integridad, no habrían abusos, robos, desfalcos, traiciones, intrigas, engaños, etc. La integridad incluye a la honestidad, a la lealtad, la disciplina, el orden, la responsabilidad, e incluso el respeto. 


Estos cuatro valores son los pilares de un futuro mejor, una sociedad mejor que lo que tenemos actualmente. Debemos de empezar a formar a las generaciones venideras, con estos cuatro pilares. Si lo logramos, verán que éste será un mucho mejor mundo para nuestros hijos, nietos y futura descendencia. 

domingo, 28 de abril de 2019

CUENTO: Rastrillaje

Estimado lector,

Como algunos podrán suponer, una de mis aficiones es la escritura.
No la considero una profesión ni lo hago por ingresos o notoriedad; la literatura simplemente a veces me desborda por dentro y siento una poderosa urgencia por volcarla en un texto. Como dijo Hemingway (uno de mis referentes), "escribir no es difícil, todo lo que tienes que hacer es sentarte en la máquina, y sangrar..." (There is nothing to writing. All you do is sit down at a typewriter and bleed...).
Así que sin más preámbulo, les iré compartiendo mis trabajos. Aquí el primero, por el que me gané una careta en el Concurso de las Mil Palabras de la revista Caretas (hace 15 años...)


RASTRILLAJE


Me dijeron que estaba loco.
Me dijeron que era desconsiderado, que mi madre no iba a estar tranquila, que no pensaba en ella.
Me dijeron que me iban a matar, que iba a morir baleado y aparecería un mal día en una acequia de un pueblo olvidado por dios y el país.
Me dijeron que no valía la pena, que era como un Quijote marchando derechito y por voluntad propia hacia los molinos de viento.
Me dijeron que tenía aptitudes para ingeniería o arquitectura, que mi tercer puesto en la promoción del colegio era para ir a la UNI, San Marcos o la Católica.
Me dijeron que me iba a desperdiciar.
No los escuché. Igual seguí mi vocación. Sólo mi padrino y tío, ya Comandante, me apoyó, me proporcionó el dinero para la admisión, y claro, la vara obligada.
Salí del colegio entusiasmado, con una meta inmensa, imposible, quimérica, loca.
Ingresé a la escuela de oficiales de la Guardia Civil.

Mis dos primeros años de la escuela fueron todo lo que esperaba. Esto era lo que estuve tanto tiempo esperando, lo que desde que era un niño me inspiraron las series de la televisión, mi padrino con sus historias, su revolver Smith & Wesson calibre 38, su uniforme impecable y su patrullero Dodge que llevaba a veces cuando nos visitaba. Poco a poco se metió en mis venas el espíritu de policía, fue inevitable.

No era ni el más alto, corpulento ni el más fuerte de mi promoción, pero igual era sumamente fuerte y ágil. No obstante en las aulas, yo era el mejor, primer puesto por lejos desde el principio, y como iban las cosas era un candidato fijo para la espada de honor. Mis compañeros eran como mis hermanos, mi familia. Eran buenos tiempos, nos entrenábamos para luchar por nuestra sociedad. Ya a todos nos parecían largos los días que faltaban para salir a la calle a hacer lo nuestro.

El tercer año empezamos a salir en patrullaje a algunas zonas de la periferia de ciudad. Eran tiempos duros, el terrorismo estaba acechando Lima y los primeros coches bomba empezaron a estremecer la capital. Ya estaba por acabar el tercer año y mi madre insistía aun para que lo deje y haga otra cosa. Es curioso, pero al acercarse el peligro y el terror, al hacerse evidente la guerra interna que sabíamos sería cruenta y no exenta de bajas, al saber que las cosas en el país se estaban agravando y las posibilidades de que alguna bala nos alcance crecían a pasos extendidos, más ganas teníamos de ser policías.

Como era el primer puesto, brigadier de mi clase, tenía ciertas ventajas que disfrutaba cuanto podía. Una de ellas era la de conducir los vehículos portatropas cuando salíamos de patrullaje. Antes de ese enorme armatoste, lo único que había manejado antes era el viejo Volkswagen de mi papá, y muy pocas veces.

Al menos una vez por semana salíamos a peinar las zonas que se nos asignaban, principalmente el cono sur de Lima, Villa María del Triunfo, Villa el Salvador, Lurín, San Juan de Miraflores. Alguna vez recuerdo haber ido al cono este, Ate, Lurigancho y pasar solamente por la entrada de Huaycán.

Gonzáles era uno de mis mejores amigos. Era sencillo, excelente contador de chistes, mujeriego y lleno de vida. Compartíamos el camarote, por supuesto que él dormía abajo porque era casi veinte kilos más grande que yo. Era el más fuerte de todos, enorme como un ropero, medía un metro noventa, con unos brazos que parecían patas de elefante, unas espaldas descomunales y unas piernas capaces de chancar buques, trotar por horas, implacables con todo lo que se pusiera delante. Dudo que haya existido una sola puerta en este mundo que sus patadones no derribaran al primer intento.

Gonzáles decía que su papá tenía camiones y que él sabía manejar y tenía harta experiencia al volante, así que el más indicado para conducir el portatropas era él. Me insistía, me ofrecía cigarrillos, me decía que me iba a poner varias hembritas de su barrio a mi disposición en nuestra siguiente salida, que sería mi guardaespaldas, que haría mis guardias, etcétera; todo por conducir el portatropas. Era mi amigo, así que lo dejaba conducir a veces.

Salimos un día a patrullar, el Capitán nos dijo que la orden era hacer un rastrillaje por Puente Piedra, una zona alejada donde se habían reportado extraños movimientos cerca a algunas torres de alta tensión. La ruta desde Chorrillos hasta Puente Piedra fue larguísima.

Patrullamos la zona designada unas seis horas, todo estuvo en calma. Eran casi las 6 de la tarde y nuestro Capitán ordenó el regreso. Caminábamos hasta el portatropas, Gonzáles se acercó a mí, quería conducir. Había sido un día largo, había estado al volante por horas, estaba cansado. Accedí, él se alegró, cogió las llaves y corrió al camión. Pensé que podía echar una pequeña siesta en el regreso, me senté en la parte de atrás con el resto de cadetes.

Aun estábamos lejos de la Panamericana, entre cerros interminables, estaba ya casi oscuro, el portatropas rebotaba en el camino de tierra. Casi estaba dormido, de no ser por el constante trotar del camión. Pensé que podría dormir mejor al llegar a la pista. Cabeceaba con los ojos cerrados y la cabeza apoyada a la lona, cuando en eso el ruido del motor del camión de vio superado por ráfagas y disparos hechos contra nosotros y a no mucha distancia. El portatropas se detuvo en seco, me desperté confundido, empuñé mi AKM y como el resto de mis compañeros, salté afuera del camión y nos tiramos en el suelo, detrás del vehículo. El ruido de las detonaciones, las balas zumbando a apenas centímetros de nuestras cabezas e impactando en los metales del portatropas era todo lo que se oía. Todos estábamos petrificados, en estado total de sorpresa, paralizados. Claro que habíamos disparado revólveres y fusiles muchas veces antes, pero ésta era la primera vez que nos disparaban a nosotros. No tengo idea de cuánto tiempo estuvimos tirados en el suelo. Quizás fueron segundos, o minutos, no lo sé. Sólo escuchaba las balas enemigas tratando de alcanzarnos.

- “¡Qué hacen ahí en el suelo escondidos carajo! ¡Levántense! ¡Disparen!”

El Capitán estaba gritándonos. Era el único que estaba de pie, desafiando los disparos enemigos. Se volteó hacia donde las balas que nos atacaban debían de venir y empezó a disparar su ametralladora RPG. Lo miré por un segundo, apretaba los dientes y disparaba su arma de izquierda a derecha. “Qué valiente es este huevón”, pensé, levanté mi AKM y jalé el gatillo, pero no se movió; había olvidado cargar mi fusil. En menos de un segundo jalé la palanca, llevé una bala a la recámara y empecé a disparar yo también. Todos disparábamos ahora, el estruendo era infernal, algunos compañeros gritaban al disparar.

- “!Aaaaaaaaaahhh!” (¡tatatatatata!)
- “!Mueran malditooooooos! (¡tatatatatatatata!)

Era una locura. Disparábamos nuestros fusiles sin mirar a dónde, simplemente disparábamos. Yo estaba de pie, disparando como mis compañeros. Cuando se me acabó la cacerina, me puse de rodillas para cambiarla, la extraje y la dejé caer al suelo, saqué otra de mi cartuchera, la inserté en el arma, rastrillé, me puse de pie y seguí disparando. Podía sentir la adrenalina empujando frenéticamente la sangre en mis venas. Ya no tenía miedo, quería disparar. Quería matar a esos malditos terroristas que osaban atacarnos de esa forma tan vil, a oscuras, sin dar la cara, arteramente, cobardemente. ¿Quiénes se han creído éstos? ¿A quién creen que se enfrentan? Tan’ bien cojudos. No saben, ya se jodieron, no tiene idea a quienes han provocado.

- “!Alto el fuego, alto el fuegooo!”

El Capitán gritó hacia nosotros. Dejamos de disparar. Un silencio sepulcral nos invadió, igual que el humo espeso de los balazos. Todos los cadetes estábamos de pie o en cuclillas, los oídos nos timbraban por la exposición a tantos ensordecedores disparos de nuestros potentes cartuchos calibre 7.62. No había un solo hombre caído, era casi milagroso. El olor picante de la pólvora quemada nos entraba por las narices. Ya nadie nos disparaba.

- “¡Gómez, Aliaga, Paz, Fernández! Vayan a ver que hay adelante. El resto, ¡atentos para cubrir el avance!”

Con mis tres compañeros fuimos hacia el otro lado del camino, el resto se quedó atrás con las armas en ristre y los dedos en los gatillos. No pude ver nada ni a nadie. Pasando el portatropas corrí, salté, me tiré en la tierra. Apunté con mi fusil a la oscuridad. No había nada.

Ya más calmados, peinamos el perímetro y no encontramos nada. Como a treinta metros y algo a la izquierda del lugar desde donde pensábamos nos habían estado disparando, Aliaga encontró numerosos cartuchos quemados de fusil. Ya se habían ido. Regresamos al portatropas. El Capitán ordenó la partida inmediata. Los terroristas podrían regresar, no sabíamos cuántos eran, nosotros apenas eramos doce, y no teníamos muchas municiones que se diga. Corrí a la parte delantera del camión para ponerlo en marcha y largarnos de allí. Antes de abrir la puerta del lado del chofer, me percaté que el parabrisas estaba perforado por numerosos impactos de bala; recién en ese instante pensé en mi amigo. Traté de recordar si estaba con el grupo, si lo había visto disparar con nosotros; no pude. Abrí la puerta. Gonzáles estaba allí, acribillado. No tuvo oportunidad, fue el primero que atacaron. Y él estaba en mi sitio. Debí haber sido yo.

Y sin embargo, sigo teniendo el espíritu de policía en las venas.


Lima, octubre de 2003

sábado, 26 de enero de 2019

Artículo en El Comercio, 09 de octubre de 2017


Machine Guns Vegas

Hace dos años visité Las Vegas y quedé maravillado por sus luces, gente, hoteles, atracciones y lujo. Mi tour incluyó una visita a Machine Guns Vegas, un polígono de tiro muy organizado en el que, por una tarifa razonable, pude probar varias armas automáticas (como un M4, un Thompson y un AK-47). Fue una experiencia feliz. Las noticias nos cuentan ahora una historia en la misma ciudad y con similares herramientas, pero con un desenlace totalmente opuesto.

Lo sucedido el domingo 1 de octubre ha sido terrible. Se trata de una tragedia que no tiene sentido ni motivos claros. Stephen Paddock abrió fuego sobre una muchedumbre desde su ventana del hotel Mandalay Bay, matando e hiriendo a personas que asistían a un concierto de música country y que no tenían culpa alguna de sus desvaríos.

El evento desató la ira de organizaciones desarmistas que, ipso facto, salieron a exigir a la administración Trump la revisión de la segunda enmienda de la Constitución estadounidense (que protege el derecho a poseer y portar armas). Su argumento se basó en errados clichés como “cualquiera puede comprar rifles de asalto en EE.UU.”, “un chico de 18 años no puede comprar cerveza pero sí un Kaláshnikov”, “en Walmart cualquiera puede comprar municiones”, etc. También se han publicado interminables artículos sobre la necesidad de prohibir las armas a los civiles (“como en Europa”, dicen).

Es indudable que las armas de fuego son motivo de controversia y causan miedo y fobia, más que otras cosas. Este mismo año, por ejemplo, murieron más personas atropelladas por vehículos a manos de terroristas (Londres, Niza, Barcelona) que en la tragedia de Las Vegas, pero nadie habla de prohibirlos.

En la Asociación de Usuarios Responsables de Armas (URA), estamos en contra de las prohibiciones, pero tampoco a favor de la libertad absoluta. Una sociedad madura no debería prohibir nada a sus ciudadanos, excepto cuando se vulneren los derechos de otros. La propiedad de armas está intrínsecamente ligada a un derecho fundamental en cualquier sociedad: el derecho a la legítima defensa. Por lo tanto, debe ser respetado. 

Sin embargo, siempre hemos considerado que tener un arma de fuego es un privilegio al que un ciudadano debe primero acceder, mediante la demostración de su idoneidad para tal fin (vale decir, debe demostrar al Estado que es una persona de bien, sin antecedentes criminales o de violencia, y razonablemente sana de mente como para no dar un mal uso al arma).

Artículo en El Comercio, 05 de agosto de 2016


El mito de las balas dum dum

Recientemente dos eventos desencadenaron un debate lleno de desinformación, exageración y error. 

Un sereno de Lima fue herido por un delincuente y una bala le causó fracturas y mucho daño en un brazo. No está claro el origen de la hipótesis de la supuesta bala dum dum que el delincuente utilizó, pero empezó a circular esa versión. Incluso este Diario publicó una nota llena de errores y prejuicios, pese a que la redactora me llamó previamente y le expliqué con detalles técnicos e históricos, los fundamentos, consecuencias y usos de las balas expansivas.

El 6 de julio se publicó el reglamento de la nueva ley de armas de fuego de uso civil que, entre muchos cambios, elimina la prohibición de usar municiones expansivas. Esta coincidencia causó escándalo: ¿cómo es posible que el gobierno permita para uso civil las inhumanas balas dum dum?

Empecemos por lo básico. Las dum dum actualmente no existen. A finales del siglo XIX, los británicos desarrollaron una nueva munición para fusil, tipo expansiva, en su fábrica de Dum Dum (una ciudad cercana a Calcuta, India), mucho más eficiente para detener los ataques de enemigos tribales en sus colonias (orientales y africanas). Sin embargo, sus vecinos europeos estigmatizaron esta munición con argumentos sobre su “inhumanidad”, pero el trasfondo era realmente político: evitar esta ventaja táctica de los ingleses. 

Las conferencias de La Haya en 1899 establecieron la prohibición del uso de “municiones que se expandan o aplanen fácilmente”. Una prohibición aplicable a las naciones firmantes en caso de guerra. Conclusión: las dum dum tuvieron una corta vida en servicio (unos 10 años) y luego tuvieron que descartarse.

Hoy existen muchas variedades de munición expansiva o de punta hueca, y son ampliamente usadas por muchos policías alrededor del mundo. Estas balas no se fragmentan ni explotan, son casi imposibles de fabricar artesanalmente y no se pueden rellenar de mercurio o explosivos. Están diseñadas para expandirse al impacto (aumentan su diámetro) y, consecuentemente, reducen considerablemente la posibilidad de una sobrepenetración. 

Esto tiene dos beneficios para el uso defensivo. Por un lado, al no traspasarlo, la bala le transfiere toda su energía al objetivo, con lo que el impacto es más fuerte y aumenta la posibilidad de inhabilitar al atacante con un mínimo de disparos. El objetivo de un arma defensiva es detener la agresión ilegítima que amenaza una vida y en eso la munición expansiva es más eficiente. Por otro lado, al no traspasar el objetivo, la bala no podrá dañar a alguien o a algo que no se pretende impactar con un disparo, lo que sucede frecuentemente con balas comunes. 

¿Las balas expansivas causan más daño? Probablemente, pero a un delincuente que busca causar lesiones o matar. ¿Arrancan brazos, destrozan entrañas y pulverizan huesos? Falso, son mitos sin base científica. ¿Son inhumanas? Yo creo que es más inhumano un criminal que no tiene el menor respeto por la vida de sus víctimas. ¿Es peligroso que municiones expansivas caigan en manos de la delincuencia? Sí, pero prohibir su uso civil no lo impedirá. 

En realidad, las balas expansivas son más seguras, reducen la cantidad de disparos requeridos para detener un ataque ilegítimo y minimizan los daños colaterales. 

Finalmente, no existe ningún tratado internacional que prohíba la munición expansiva para uso civil o policial. Basta de mitos.

Artículo en El Comercio, 17 de agosto de 2015


El uso de la fuerza letal

En los últimos años hemos observado el avance de la delincuencia, cada vez más despiadada, sádica y violenta. Hace una década aún se podía escuchar ladrones hablando del respeto al barrio, mujeres, niños y ancianos. Este código ya no existe, pues al parecer la vida de las víctimas no vale nada. Primero golpean, acuchillan o disparan, luego agarran el botín y se van caminando, como si nada hubiera pasado.

El factor principal para este incontrolable aumento de la criminalidad es la impunidad que ampara a los que la realizan. Los delincuentes conocen el sistema y saben cómo manipularlo, a quién pagar o amedrentar, y, aunque estén grabados cometiendo delitos, quedan en libertad, gracias a malos elementos de la policía, de la fiscalía o del Poder Judicial. El único responsable de este caos es el gobierno, que no ha sabido tomar las riendas de sus instituciones y así permite este escenario sombrío. 

Mientras el gobierno mira el techo, ¿qué puede hacer el ciudadano? Hay dos posibilidades: hacer nada (cuando lo asalten, levante usted las manos y ruegue que no lo maten o violen, y que solo se lleven sus pertenencias) o enfrentar la situación. Lo segundo empieza por tomar precauciones, como instalar alarmas, cámaras, cambiar rutas, estar atento (el Facebook lo puede usted revisar en casa), evitar zonas peligrosas, etc. Luego debe estar preparado para defenderse si las barreras iniciales son superadas. No existe seguridad infalible: por más precauciones que tome, siempre existirá la posibilidad que se encuentre cara a cara con un miserable. En ese momento, usted ya debe saber qué hará: o emplea la legítima defensa y pasa al ataque o se convierte en una víctima. Es su opción, no existe respuesta correcta o incorrecta.

Si se defiende con un arma de fuego, debe estar preparado, saber muy bien cómo usarla para que la agresión ilegítima sea detenida en forma rápida, eficaz, sin daño colateral, y que al final del trance quien se vaya caminando sea usted y no el delincuente.

Quienes optamos por la defensa armada, lo mínimo que esperamos, al vernos obligados a emplear la fuerza letal en el ejercicio de nuestro derecho constitucional a la legítima defensa, es que el Estado no nos acose después. Nosotros no provocamos esa situación.

Necesitamos fiscales que encarcelen a delincuentes y no a ciudadanos inocentes.

Necesitamos policías que no que sean cómplices de criminales.

Necesitamos jueces que protejan a ciudadanos y policías en vez de aceptar denuncias absurdas de familiares de delincuentes abatidos.

Necesitamos que los funcionarios respeten nuestros derechos en vez de compararnos con malditos capaces de degollarle a usted en una calle oscura y quitarle celular y billetera mientras se desangra.

Necesitamos que los funcionarios del Ministerio del Interior y de la Superintendencia Nacional de Control de Servicios de Seguridad, Armas, Municiones y Explosivos de Uso Civil (Sucamec) respeten las normas, como la Ley 30299, que nos concede el derecho a estar adecuadamente armados y entrenados, en vez de manipular groseramente sus términos, buscando cometer un legicidio en el reglamento.

Necesitamos un Estado que entienda que el problema no está en el ciudadano que se defiende, sino en los criminales y funcionarios corruptos que obtienen dinero sucio de esta anarquía.

¿Es tan difícil gobernar derecho?

Artículo en El Comercio, 29 de enero de 2015


Un paso adelante

La semana pasada, el Gobierno finalmente promulgó la esperada nueva ley de armas. Los ciudadanos que poseen legalmente armas en el Perú, luego de casi tres años de incertidumbre, parece que no salen de su asombro. No es fácil asimilar que una ley de este nivel sea una realidad. He escuchado a muchos amigos, incluso luego de que el Congreso de la República la aprobó, decir que el presidente Ollanta Humala no la iba a firmar, que la observarían e, incluso, que la estaban modificando extensamente (como si eso fuera posible legalmente), antes de pasarla a la firma.

Los motivos de tanta incredulidad son principalmente dos: 

El primero y más notorio: es una ley de una altísima calidad, coherente, inteligente, responsable. 

El segundo: es la imagen del actual gobierno, que hasta ahora se percibe como orientado al totalitarismo y de tendencia socialista, escenario que coincide en muchos otros países con una agresiva política de desarme civil. Honestamente, hace un par de años yo mismo pensaba que una ley así sería imposible durante este gobierno.

Una ventaja de la nueva ley es el esquema de tarjeta de propiedad por cada arma y una única licencia de uso, renovable cada tres años. Esto simplificará la pesada burocracia que a la fecha agobia a los usuarios.

Sin embargo, lo más importante de la nueva ley es la incorporación de lo que hemos venido exigiendo durante años: la obligatoriedad de educarse antes de acceder legalmente a un arma de fuego. En adelante, toda persona que desee poseer una licencia de uso de arma tendrá que pasar una capacitación con un temario teórico mínimo, y que necesariamente incluirá (hasta el cansancio) las normas básicas de seguridad y los usos correctos de un arma de fuego. También habrá una parte práctica, en la que se enseñarán (o reforzarán) técnicas de tiro: desenfunde, empuñe, alineación de miras, control de gatillo, etc. La capacitación concluirá con un examen escrito y uno práctico.

La educación como requisito para obtener un arma en nuestro país marca un hito y, quizá, su importancia no está siendo apreciada en toda su dimensión. Esta exigencia pone a la ley peruana por encima de muchas legislaciones de armas de la región latinoamericana (quizá todas), y la pone al nivel de leyes en sociedades más organizadas.

Además de sacudirse de los numerosos prejuicios que abundaban en las versiones anteriores, la nueva ley garantiza que, al menos, los usuarios reciban información mínima sobre los bienes que pretenden poseer. Cabe señalar que ninguna de las leyes anteriores obligaba ni sugería a los usuarios educarse sobre el correcto y seguro uso de sus armas.

Otra ventaja de la nueva ley es un mejor filtro. Existirá un registro de inhabilitados para obtener licencias, que incluirá a gente que purgó condena por delitos violentos o con antecedentes de violencia familiar, al margen de lo que aparezca en los certificados.

No existe norma que garantice que ninguna persona haga uso indebido de su arma, pero tener que educarse cada tres años fomentará que existan usuarios más responsables, informados y menos susceptibles a malos usos. Eso nos pone un paso adelante.

Artículo en El Comercio, 18 de diciembre de 2014


En buenas manos

El jueves 11, casi pasó desapercibida la aprobación de una ley muy importante en nuestro desprestigiado Congreso: en el Perú ya tenemos una nueva ley de armas de fuego de uso civil. Y la norma aprobada es en verdad muy vanguardista, la que estamos seguros de que marcará una pauta en la región, y que se puede convertir potencialmente en un modelo a seguir en otros países, que desafortunadamente, aún tienen legislaciones de armas anacrónicas y que no reflejan las realidades de cada lugar.

Esta ley tiene, entre las innovaciones más importantes, un nuevo esquema de tarjeta de propiedad por cada arma, documento que no es necesario renovar periódicamente (salvo que la propiedad cambie), y una licencia de uso, que se renovará cada tres años y que tendrá como requisito recibir previamente una capacitación en el uso correcto y responsable de un arma de fuego. Esta incluirá normas básicas de seguridad, consecuencias legales, qué se puede y qué no se debe hacer con un arma de fuego. Finalmente la educación es ahora un requisito para tener un arma de fuego legal en el Perú.

Asimismo, le concede un mejor control a la Superintendencia Nacional de Control de Servicios de Seguridad, Armas, Municiones y Explosivos de Uso Civil (Sucamec) para que su fiscalización sea más efectiva. La norma, además, se ha sacudido las numerosas restricciones referidas a calibres, tipos de armas, accesorios y tipos de municiones que plagaban las versiones anteriores, las que en muchas oportunidades hemos denunciado que se trataba de restricciones antitécnicas y que no tenían ningún sustento lógico, excepto quizá de muchos prejuicios absurdos.

Este audaz cambio descongestionará las saturadas ventanillas de la Sucamec y liberará a sus funcionarios de la actual y excesiva carga burocrática para que puedan dedicarse a labores más productivas y eficientes, como mejorar el control del mercado de explosivos y ayudar a combatir los mercados ilegales de armas, municiones y pirotécnicos.

Aunque los usuarios de armas fuimos quienes inicialmente impulsamos los cambios y generamos una corriente de opinión, reclamando y protestando enérgicamente por las normas que se promulgaron a inicios de este gobierno y que estuvieron orientadas a restringir severamente el acceso a armas legales a los peruanos, esta nueva ley no sería una realidad si a la cabeza de la Sucamec no hubiera buenos funcionarios, que entendieron la problemática, tuvieron el buen criterio de escuchar a las partes interesadas, propiciaron el consenso y el diálogo, y finalmente gestionaron que el Ejecutivo envíe al Congreso la iniciativa legislativa. Ojalá en el Estado tuviéramos más funcionarios como ellos.

Esta nueva ley no significa que en el Perú proliferarán las armas y que nos agarraremos a balazos en las calles. Todo lo contrario: en adelante las armas estarán en manos de personas que sabrán manipularlas con respeto, que entrenan, que no tienen antecedentes de crimen y/o violencia, que son respetuosos de las normas. Es decir, usuarios responsables. Si alguien no está alineado con el perfil señalado, pues no podrá acceder a un arma, al menos no de forma legal. Esta nueva ley pondrá las armas en buenas manos.

Artículo en El Comercio, 7 de abril de 2014


El Circo Romano

El Ministro de Interior, Walter Albán, acaba de decirle al Perú que no puede con la delincuencia y “la culpa la tienen los gobiernos anteriores”. Al estilo Pilatos, se lava las manos y reta a quien crea poder hacerlo mejor, a sentarse a su lado. Conozco a varios que en su lugar tomarían medidas que les garantizo, nos pondrían en camino a la recuperación de nuestras calles y disminución de la delincuencia. Pero lamentablemente el Sr. Presidente no tiene las agallas para hacer su trabajo, y su señora esposa, quién manda en Palacio, no sabe cómo, pero se deja influenciar por gente que sabe aun menos que ella.

Aunque nuestro ministro pinta un panorama deprimente, resulta increíble que el gobierno siga empecinado en desarmar a la población civil, la que cumple (o solía cumplir) con las normas  establecidas, la que no delinque, al padre de familia, al trabajador que paga impuestos. No a las bandas criminales que el ministro sabe que existen.

Se sabe que la delincuencia está ganando terreno y sin embargo, los del gobierno no quieren civiles armados legalmente. Casi como en un circo romano, nos lanzan a la arena, apenas armados con piedras y palos, a los leones hambrientos. Y según el anteproyecto de Nueva Ley de Armas de Superintendencia Nacional Control de Servicios de Seguridad, Armas, Municiones y Explosivos de Uso Civil (Sucamec), tal vez ni eso, pues literalmente señala que “…todo material… que no esté expresamente autorizado, se encuentra prohibido…” (artículo 3, inciso a). Lo único rescatable de ese anteproyecto, es que adopta una sugerencia nuestra: la separación de propiedad y uso, incorporando la Tarjeta de Propiedad y la Licencia de Uso, pero el resto, es más de lo mismo, y peor.

Todos los altos funcionarios del gobierno, están protegidos por un séquito de guardaespaldas fuertemente armados, pagados por los ciudadanos que pretenden desarmar; la sensación de seguridad que deben percibir es envidiable, casi como la del emperador que observa desde su palco, cómo los feroces felinos engullen a los pobres cristianos desarmados.

Este gobierno ha elevado enormemente la valla de la legalidad para los usuarios de armas. Licencias con vigencia menor a un año, mayores requisitos, tasas 5 veces mayores, más trabas, más barreras, justificación para tener un arma (defender la vida no les basta), más restricciones, más prohibiciones. Desde hace unas semanas, a quienes no han renovado sus licencias (con estas absurdas nuevas condiciones), la Sucamec los está acosando con cartas, las que amparadas en una ley del año 2005 (tiempos en los que las licencias se tramitaban con una declaración jurada, de forma sencilla, rápida y más económica), comunican el inicio de “procesos administrativos sancionadores” que incluirán multas y decomisos. Me pregunto, a los líderes de bandas como “la gran familia”, los “destructores” o marcas, ¿les habrá llegado una carta comunicándoles sus procesos sancionadores? Ah verdad, a ellos este gobierno les tiene miedo.

El congresista Juan Carlos Eguren ha presentado al Parlamento un proyecto de nueva ley de armas coherente, lógico, bien asesorado. El congresista Renzo Reggiardo presentó otro proyecto que busca derogar las normas controversiales. Nosotros los apoyaremos con entusiasmo, pero esperamos gran resistencia del oficialismo. ¿Cuáles serán los argumentos para mantener su Colosseo?

Artículo en El Comercio, 12 de agosto de 2013


¿Te molesta mi arma?

Según la Superintendencia Nacional de Control de Servicios de Seguridad, Armas, Municiones y Explosivos de uso Civil (Sucamec), existen casi 240,000 armas legales en manos de civiles. Eso no significa que haya la misma cantidad de gente armada, pues hay quienes tienen más de un arma. Menos del 1% de los civiles peruanos posee legalmente un arma de fuego; somos pocos, pero al parecer le molestamos mucho a alguien en el gobierno. Las armas ilegales, el otro lado de la moneda, se estiman en más de 300,000. La cantidad de armas propiedad del Estado Peruano, es mucho mayor, pero no existen cifras oficiales.

No hay reportes en la prensa de casos en los que alguna de esas 240,000 armas particulares, haya sido utilizada por su propietario legal para cometer un delito. No me refiero a incidentes como crímenes pasionales, disparos accidentales, o casos como el del llamado “loco de la Catedral”; me refiero a robos a mano armada, secuestros o asesinatos por contrato (sicariato). Si lo hubiera, sería absurdo; un usuario legal está plenamente identificado por el Estado, con su DNI, certificados varios, y hasta foto en la SUCAMEC. Solo alguien muy tonto, delinquiría con un arma registrada a su nombre.

Sin embargo, el Gobierno usa la absurda teoría de “los usuarios legales son quienes abastecen de armas a la delincuencia” para introducir cambios en la legislación, apretándole el cuello a los usuarios formales.

Hoy, para un usuario legal de armas, es mucho más costoso y mucho más difícil permanecer en la formalidad. El Estado debería de incentivar a quienes son legales, para que nunca dejen de serlo, no al contrario. Si les ponen más dificultades a los formales, se va a repetir el efecto de la década de 1990, cuando se reportaron “perdidas” muchísimas armas. Armas sacadas del registro son muy peligrosas, el efecto podría ser inverso a lo que el gobierno declara como objetivo. Los delincuentes serán los más beneficiados.

Desde diciembre, nuevas normas redujeron la vigencia de las licencias de cinco años a uno, introdujeron nuevos requisitos (algunos francamente ridículos), y establecieron nuevos límites (inferiores claro) a  la cantidad de armas que un civil puede poseer. Quizás lo peor es un intento de decomiso ilegal, al tratar de captar armas, propiedad privada de peruanos, obligando a sus legítimos dueños a venderlas en 180 días. Mención aparte merece el tratamiento del calibre 9 mm Parabellum; se le sataniza, prohíbe y se pretende que los civiles prácticamente les regalen éstas armas a miembros activos de las Fuerzas Armadas o Policía Nacional.

El Decreto Supremo 006-2013-IN viola varios Derechos Constitucionales de los Peruanos, tales como los derechos a la Propiedad, Legítima Defensa y Libre Contratación, por mencionar los más evidentes. Este decreto además atenta la estabilidad jurídica, al pretender aplicar normas nuevas de forma retroactiva, desconociendo derechos civiles adquiridos en gobiernos anteriores a éste.

El Poder Judicial, a pesar de haber recibido unas cien demandas de Acción de Amparo individuales, apenas ha admitido 2; la mayoría sorprendentemente están siendo declaradas “inadmisibles”, aunque es flagrante la violación de varios derechos constitucionales. ¿Acaso estos derechos ya no existen? ¿La estabilidad jurídica del Perú fue eliminada? ¿Quizás algunos artículos de la Constitución han sido derogados y no nos enteramos?

Artículo en El Comercio, 28 de diciembre de 2012


El problema es la educación

Los terribles sucesos en Connecticut, y los anteriores tiroteos de similares características trágicas, motivan a muchas personas a cuestionar inmediatamente la posesión de armas civiles y hasta pedir que se prohíban.

La muerte de inocentes, entre ellos niños, es muy lamentable, pero no debe de confundirse con los objetivos por los que un ciudadano legal, tiene acceso a armas de fuego: la legítima defensa, derecho consagrado en nuestra Constitución, y el deporte del tiro, principalmente. El Perú le debe 3 de sus 4 únicas medallas olímpicas al tiro, la única de oro.

Estas muertes en escuelas, universidades y espacios públicos son estadísticamente escasas en comparación con todas las muertes violentas, pero sí de gigantescas proporciones mediáticas por razones obvias. Se estima que en los EEUU anualmente, ciudadanos legalmente armados, se defienden de agresiones criminales con sus armas, unas 2.5 millones de veces, pero eso no alcanza titulares. En el Perú mueren casi 7 veces más personas en accidentes de tránsito que con armas, pero nadie ha siquiera insinuado prohibir las “combis” o buses. Y los muertos por arma de fuego en el Perú, son en gran mayoría criminales, abatidos por la policía u otros hampones, no por ciudadanos legalmente armados. No se conocen casos de ciudadanos que teniendo licencia, hayan asaltado, secuestrado o delinquido con su armas legales.

El principal motivo de estas tragedias, es la salud mental de la gente. Es evidente que hay personas que pueden llegar a un estado emocional tan extremo que desaten masacres, pero eso puede suceder con cualquier cosa además de armas; casos emblemáticos son los del “Unabomber” (que envió varias cartas explosivas), el coche bomba de Oklahoma (donde usando Anfo, murieron casi 200 personas, incluidos niños), y claro, los ataques del 11 de septiembre. Miles de personas han muerto por acciones demenciales, sin usar armas. Una persona alterada encontrará la forma de hacer daño, con o sin armas. Quienes proponen el desarme, dicen que sólo miembros de las FFAA y PNP deben de acceder a armas, pero ¿quién garantiza que estas personas estén exentas de alteraciones emocionales?

En el Perú hay delincuencia, y es extremadamente violenta, sin compasión o respeto por la vida; no les importa causar terribles daños a sus víctimas, con tal de robarles. En algunos casos de muchísima suerte, las víctimas sólo pierden bienes materiales, la mayoría de veces son agredidas, muchas mujeres son abusadas sexualmente, y muchos otros casos acaban en muerte. La precaria situación de la PNP hace imposible que el estado proteja a sus ciudadanos todo el tiempo; con suerte la policía acudirá al llamado de auxilio de un ciudadano en 15 o 30 minutos… si llegan. Ninguna ley de desarme le quitará armas a la delincuencia, el desarme solo es aplicable a los ciudadanos legales, ¿eso es lógico o razonable?

¿Las tragedias causadas por gente trastornada, justifican dejar desprotegidos a los ciudadanos ante la delincuencia? ¿A abandonar de deporte del tiro? Son situaciones totalmente distintas; bajo ese criterio, prohibamos también los vehículos, cuchillos, insumos agrícolas y demás artículos que se pueden usar para matar. El camino no es prohibir sino educar.

Vuelta al barrio... escribir!


Hace mucho que no escribo en mi blog, ya sé que no es primera vez que lo abandono y vuelvo a él, pero supongo que es como una relación de pareja larga y complicada. Hay temporadas en las que estoy muy ocupado como para ésto, otras en las que tengo algo de tiempo y escribo pero no aquí, otras en que teniendo tiempo, simplemente no tengo ganas de escribir, y otras veces que sencillamente, olvido que tengo este blog.

Hace 2 años mi vida era un caos, todo estaba de cabeza.

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El niño costero 2017
Aposté por un proyecto en minería y la naturaleza me dio una lección muy dura, las lluvias se llevaron mi apuesta, literalmente, en un torrente de agua y lodo; lo perdí todo. Hice piruetas financieras para que a mis hijas no les falte comida y educación, tuve que vender cosas, algunas preciadas, viví en la incertidumbre de no saber si habría dinero siquiera para comer la semana siguiente. Me quedé solo con mis hijas (por enésima vez). Volví a buscar trabajo, mandar CVs, abrí una empresa de consultoría, mandé cientos de correos, hice mil llamadas, me encontré de pronto sentado en casa, sin nada que hacer excepto buscar y esperar. Por las noches me iba a la cama con preocupación y angustia... felizmente la noche acabó y amaneció, es real eso de que no hay mal que dure 100 años. Una frase de Winston Churchill me ayudó: si estás atravesando el infierno, sigue caminando...


Estoy en una etapa más calmada de mi vida, tengo un trabajo estable, soy el gerente de una empresa mediana que opera en varias ciudades de la selva peruana, así que ahora vivimos en Ucayali, en una casa pequeña y linda, rodeada de naturaleza, el dinero alcanza, mis hijas están contentas y tranquilas...


Hace varios días estoy pensando en escribir aquí con más frecuencia, a ver si mantengo el ritmo, quizás una entrada por semana deba ser mi meta.

Voy a empezar a poner aquí los artículos que en mis épocas de activista, publiqué en el diario El Comercio, también para no olvidar esa breve pero satisfactoria etapa de columnista.

Gracias por la visita.

Rodrigo