sábado, 26 de enero de 2019

Artículo en El Comercio, 28 de diciembre de 2012


El problema es la educación

Los terribles sucesos en Connecticut, y los anteriores tiroteos de similares características trágicas, motivan a muchas personas a cuestionar inmediatamente la posesión de armas civiles y hasta pedir que se prohíban.

La muerte de inocentes, entre ellos niños, es muy lamentable, pero no debe de confundirse con los objetivos por los que un ciudadano legal, tiene acceso a armas de fuego: la legítima defensa, derecho consagrado en nuestra Constitución, y el deporte del tiro, principalmente. El Perú le debe 3 de sus 4 únicas medallas olímpicas al tiro, la única de oro.

Estas muertes en escuelas, universidades y espacios públicos son estadísticamente escasas en comparación con todas las muertes violentas, pero sí de gigantescas proporciones mediáticas por razones obvias. Se estima que en los EEUU anualmente, ciudadanos legalmente armados, se defienden de agresiones criminales con sus armas, unas 2.5 millones de veces, pero eso no alcanza titulares. En el Perú mueren casi 7 veces más personas en accidentes de tránsito que con armas, pero nadie ha siquiera insinuado prohibir las “combis” o buses. Y los muertos por arma de fuego en el Perú, son en gran mayoría criminales, abatidos por la policía u otros hampones, no por ciudadanos legalmente armados. No se conocen casos de ciudadanos que teniendo licencia, hayan asaltado, secuestrado o delinquido con su armas legales.

El principal motivo de estas tragedias, es la salud mental de la gente. Es evidente que hay personas que pueden llegar a un estado emocional tan extremo que desaten masacres, pero eso puede suceder con cualquier cosa además de armas; casos emblemáticos son los del “Unabomber” (que envió varias cartas explosivas), el coche bomba de Oklahoma (donde usando Anfo, murieron casi 200 personas, incluidos niños), y claro, los ataques del 11 de septiembre. Miles de personas han muerto por acciones demenciales, sin usar armas. Una persona alterada encontrará la forma de hacer daño, con o sin armas. Quienes proponen el desarme, dicen que sólo miembros de las FFAA y PNP deben de acceder a armas, pero ¿quién garantiza que estas personas estén exentas de alteraciones emocionales?

En el Perú hay delincuencia, y es extremadamente violenta, sin compasión o respeto por la vida; no les importa causar terribles daños a sus víctimas, con tal de robarles. En algunos casos de muchísima suerte, las víctimas sólo pierden bienes materiales, la mayoría de veces son agredidas, muchas mujeres son abusadas sexualmente, y muchos otros casos acaban en muerte. La precaria situación de la PNP hace imposible que el estado proteja a sus ciudadanos todo el tiempo; con suerte la policía acudirá al llamado de auxilio de un ciudadano en 15 o 30 minutos… si llegan. Ninguna ley de desarme le quitará armas a la delincuencia, el desarme solo es aplicable a los ciudadanos legales, ¿eso es lógico o razonable?

¿Las tragedias causadas por gente trastornada, justifican dejar desprotegidos a los ciudadanos ante la delincuencia? ¿A abandonar de deporte del tiro? Son situaciones totalmente distintas; bajo ese criterio, prohibamos también los vehículos, cuchillos, insumos agrícolas y demás artículos que se pueden usar para matar. El camino no es prohibir sino educar.

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