miércoles, 14 de abril de 2010

¿Negro? Ay perdón, quise decir "afro"...

Hace pocos días, el canal Frecuencia Latina ordenó retirar de su programación (es decir, le dijeron a su creador, Jorge Benavides "¡ya no lo hagas más caraxo!") al ahora célebre Negro Mama. Esto a raíz de un sketch en el que este personaje caricaturiza a un moreno que llevó a cabo el robo del siglo (y el más monse) a un carro blindado en el Perú; algunos "afros" inmediatamente alzaron su voz de protesta, indignadísimos de que se les vincule a un vil ladrón. Pero esteeee... digo ¿acaso mintieron, o inventaron esa noticia? No, solo parodiaron la realidad, una noticia. Seguramente si el ladrón hubiera sido un oriental, quizás hubieran usado el personaje de Kenyi, o si hubiera sido una mujer andina, más que fijo que usaban a la Chola Jacinta. La idea no creo que haya sido ridiculizar a todos los negros, sino hacer comedia.

A los pocos días, muchas voces salieron a protestar, entre ellos la Srta. Carrillo de Lundú. He escuchado y leido tantas opiniones de que el racismo aquí, allá, en TV, radio, diarios...
Aunque estoy de acuerdo que hay racismo en Perú (el que lo niegue está loco), me parece que hay que saber diferenciar. Racismo es por ejemplo prohibirle a tu hija que tenga un enamorado cholo. Racismo es creer que en la cola del banco, tú tienes la preferencia por ser blanco y de ojos azules, y que esperen cholos, chinos y negros. Racismo es creer que la etnología aria y derivados, son superiores a las demás. Racismo es pensar que en Miraflores no deberían de dejar entrar a cholos, chinos y negros, que se vayan a sus barriadas. Racismo es Aura, Café del Mar y todos los otros establecimientos que se "reservaban el derecho de admisión" a los más claritos. Racismo eran los buses y fuentes de agua con separaciones para white y para colored, el apartheid, el nazismo, los conquistadores españoles declarando que los "indios" no eran humanos, los genocidios de los colonizadores ingleses y su descendencia contra los indígenas norteamericanos, poblaciones negras en el Africa, oscuros en India y Australia. Sumen a todo esto un largo, penoso, infame y vergonzoso etcétera.

Por otro lado, la forma de llamarnos unos a otros en nuestro Perú ha sido siempre coloquial, amistosa, cariñosa. Cuando yo le digo a un amigo "oye negro, vamos a tomarnos un par de chelas", o a mi asistente "chola linda, llama por favor al ingeniero X", o a un viejo amigo descendiente de orientales "habla chino, qué fue de tu vida", eso NO ES RACISMO.

El grupo PERU NEGRO no creo que sea racista. Quienes llamaban a la inigualable Lucha Reyes "la morena de oro del Perú" o a Manuel Donayre "el diamante negro", o a Arturo Cavero "zambo", dudo que haya sido por racistas. O vamos al revés, tampoco creo que los que le llaman "el gringo Karl" al sudafricano recientemente popular por una infidelidad, sean racistas. Tampoco quienes llamaban "chino" a Alberto Fujimori (erradamente por cierto, pues China no es Japón).




















Yo opino que no hay que hacer una tormenta en un vaso de agua. El humor es así, se mofa de todo lo que pasa y ven en las noticias. Parodian a cualquier personaje, y no creo equivocarme, no se les cruzó por la cabeza el racismo. Caso contrario los caucásicos se quejarían de la personificación de "Rómulo Ratón" (¿acaso tooodos los blanquitos son coimeros?), los japoneses y descendientes de la caracterización de Kenyi (¿acaso toooodos los nisei son amanerados y engreídos?), etcétera.

Seamos auténticos y no copiemos cosas del extranjero. Me causa gracia que cierto sector de personas negras, ahora demanden que no se use la palabra "NEGRO" para referirse a ellos, sino AFRO. Me van a disculpar, pero discrepo. Estas son mis razones:

1.- No estamos en los EEUU, y no me da la gana de cambiar mi léxico, pues nunca he ofendido a nadie con él. No quieran ser como sus congéneres del país norteño, en donde solamente un negro le puede decir a otro negro, "negro" sin que el negro se ofenda. Ya pues... sean originales.
2.- Los apoyo en sus reclamos legítimamente anti-racistas, pero el Negro Mama no me parece que lo sea, ni el nombre del color. Si esto prosigue, más adelante también se condenará a la palabra "marrón" (que es más preciso que "negro" para ese color de piel, ¿verdad?)
3.- La raza negra no es la única nativa del continente africano, también están las etnias arábicas de Egipto, Marruecos, Argelia, Libia, Tunisia, y los habitantes del desierto del Sahara, que van desde beduinos, tuaregs y hasta bereberes. O sea, al decirle a alguien AFRO podría no ser negro, ¿verdad?























4.- Para no ofender a los pocos sensibles negros que reclaman este cambio en el léxico, habría que hacer muchos cambios:
- Cambiarle el nombre al grupo musical PERU NEGRO a PERU AFRO.
- Habría que cambiar todos los discos publicados por el genial Arturo Cavero, reemplazando la palabra ZAMBO con AFRO-INDIO (zambo es el hijo de un negro con una india o viceversa).
- A Manuel Donayre habría que empezar a decirle "el diamante afro".
- Hay que cambiar las letras de muchísimas canciones, no solamente peruanas, casi a nivel mundial de hispano-hablantes (tantas canciones criollas y salsa que se refieren literalmente con la palabra negro a la gente de color).
- A la música tan alegre ahora conocida como negroide, habría que llamarla "afroide". (¿?)

Etcétera. ¿Me dejé entender? En fin, lo dejo ahi, pero acabo con una reflexión:
El que se ofende de la nada, es porque está esperando que lo ofendan... hagas lo que hagas, igual se ofenderá. Relájense amigos, la vida es muy corta... Respiren hondo, repitan "gusfraba" 10 veces y "hakuna matata" 20 veces, luego junten dedos medios con los pulgares y digan ¡Ooooooommmmmmm...!

Chau!

martes, 13 de abril de 2010

La Iglesia Católica

Recientemente hemos sido testigos de la aparición de varias denuncias (nuevas o antiguas, ocultas a la luz pública) de casos de abuso sexual por parte de sacerdotes católicos en Europa y los Estados Unidos.
Anteriormente ya me referí tangencialmente a este tema, y sostengo mis opiniones. El ser humano es entre otras cosas, un animal sexual, y el celibato es una aberración a la naturaleza humana, muy difícil de alcanzar, es anti-natural y por último, una gran crueldad. No digo que sea imposible, pero sí que las personas capaces de vivir en celibato y ser felices, son excepciones a la regla.

El hombre (o mujer) moderno cae dentro del reino animal, en la siguiente categorización:

Phylum: chordata (cordados, presentan una cuerda dorsal)
Sub-phylum: vertebrata (vertebrados, la cuerda dorsal tiene forma de columna vertebral)
Super-clase: tetrapoda (de 4 extremidades)
Clase: mammalia (mamíferos, de sangre caliente y que alimentan de leche a sus crías)
Sub-clase: theria (mamíferos que se desarrollan en un útero, no en un huevo)
Infra-clase: eutheria (mamíferos placentarios, que se desarrollan en una placenta)
Super-orden: euarchontoglires (ya no pregunten tanto)
Clado: euarchonta
Orden: primates (¡por fin!)

Entre los primates, encontramos a todos los monos, los lemures, tarsos, etc. y dentro de todas estas clasificaciones, nuestro pariente más cercano, es el chimpancé. Los chimpancés son de 2 tipos, el chimpancé común y los bonobós, ampliamente conocidos por hacerlo todo en sus vidas, mediante el sexo. Todos los primates de la familia hominidae (chimpancés, gorilas, orangutanes y el humano) son altamente sexuales, su comportamiento social está en gran parte dominado por el sexo. Esto es ciencia, no chapucería; no he visto nunca un experimento que fuerce a cualquiera de estos primates al celibato, pero puedo casi asegurar, que si en un laboratorio privamos de sexo a cualquiera de estas especies (digamos, un orangután macho), pero teniendo cerca, a la vista y tacto a uno o varios especímenes del sexo opuesto (una o varias guapas orangutanas), el pobre experimentado se volvería violento, loco y acabaría haciendo un desastre de su ambiente o violentando a otro especímen... ¿Suena familiar?

Y como mencioné antes, toda la doctrina del cristianismo y catolicismo, está basada en gran parte, en la vida y enseñanzas de Jesucristo, quien JAMAS habló de celibato (incluso estudios y análisis recientes lo vinculan a María Magdalena, su supuesta esposa).
Pero eso no es lo peor. Lo más indignante es que en un enfermizo afán de esconder bajo la alfombra los problemas, las altas esferas de la curia encubren a los sacerdotes agresores, no los denuncian y a lo mucho, los trasladan. Nunca los castigan. Y no piden perdón por sus barbaridades, pero esperan a que las cortes les ordenen pagar millonarias indemnizaciones que ejecutan en silencio anónimo. Y claro, el dinero es abundante en el Vaticano, pero la verguenza es escasa, es mejor pagar que pedir perdón. ¿Y así esperan recuperar adeptos o feligreses?
La parte peruana tampoco está mucho mejor, con un cardenal insólito a la cabeza, al que se le ha visto denigrar su investidura tantas veces, confabulando con la mafia de Montesinos, hablando groseramente ante militares, con un lenguaje digno de un pandillero y no de un Arzobispo, tratando de tomar el control de la Universidad Católica de cualquier forma y rematando un colegio centenario (el Santo Toribio de Mogrovejo, fundado en 1847, mi alma mater), a una inmobiliaria para hacer departamentos y repartirse la venta.















Aunque soy agnóstico, hubo un tiempo que tuve un gran respeto por la iglesia, cuando era liderada por gente de calidad, como Juan Landázuri Ricketts o el valiente Augusto Vargas Alzamora, hombres cuya sola presencia irradiaba solemnidad y respeto. Qué grandes le quedaron los zapatos de Cardenal al Sr. Cipriani.
Y entre los papas de Roma, el único que merece mi admiración fue Albino Luciani, quien tomó el nombre de Juan Pablo I, apodado il sorriso di Dio (la sonrisa de dios); un hombre legítimamente bueno y honrado, que intentó reformar la iglesia y clarificar las cuentas (especialmente las del banco Ambrosiano) y acabó misteriosamente muerto a los 33 días de asumir el trono de Roma.


Ya me he referido al Vaticano como Corporación; oficialmente, el Vaticano declara tener inversiones por debajo de los 500 millones de dólares (¡nada menos!) pero extraoficialmente se sabe que lo declarado es aproximadamente el 10% de lo real. Las inversiones de la iglesia católica están administradas por Banco del Vaticano, también conocido como el Instituto para el Trabajo Religioso, y el portafolio de inversiones abarca acciones en empresas como Fiat, Ferrari, General Motors, General Electric, Shell, Gulf Oil, Bethlehem Steel, IBM, TWA, etc... Ya no se incluye en la lista el 15% que el Vaticano tenía en la constructora Inmobiliare (que se menciona en la película El Padrino 3) y que es real, tanto que fue la empresa que construyó los tristemente célebres apartamentos Watergate en Washington DC... ¿Qué? ¿Creyeron que era ficción?
En fin, las cosas son como son, y difícilmente cambiarán, pero es bueno informarse de cómo son realmente, ¿verdad?
Hasta la próxima.

jueves, 1 de abril de 2010

A mi padre


Dentro de poco, se cumplirán 6 meses desde que mi papá falleció. Aun me parece inverosímil que se haya ido así de pronto, sin ningún aviso previo al mismo día de su muerte, incluso esa misma noche tenía guardia nocturna en el hospital. El doctor Luis López Mas fue un gran, gran hombre. Sin aspavientos, sin pompa ni fanfarrias, vivió su vida lo mejor que pudo, hizo grandes cosas y también cometió errores, pues era al fin y al cabo un ser humano, pero dejó este mundo dejando un enorme hoyo, un espacio vacío, una presencia que aun se siente y que se extraña.

Mi papá creció en una época aun estricta para los adolescentes, y si bien no pasó dificultades económicas, tampoco vivió en medio de lujos. Fue el primogénito del matrimonio de un químico botánico arequipeño muy inteligente y ambicioso, y de una química farmacéutica callada y abnegada. Pero no fue el primer hijo de mi abuelo, y sus hermanos de padre y madre serían parte de una larga lista de medio hermanos, que se dicen superaban a la veintena. Mi abuela fue la única hermana de 6 que tuvo hijos, así que cuando mi abuelo se fue de la casa detrás de sus sueños y de otras faldas, mi papá quedó bajo la tutela de 5 tías solteronas. Su destino estaba ya predeterminado antes de que él ingrese a la secundaria, sería doctor, para que atienda a sus tías, estaba decidido, no importaba su opinión (él quería ser ingeniero). La formación jesuita de la Inmaculada forjó sus valores, que le durarían toda la vida, y la ausencia de mi abuelo marcó su personalidad. De las cosas que me contó, deduzco que mi papá quería y admiraba mucho a mi abuelo, pero desafortunadamente el viejo no sentía lo mismo, habían cosas más importantes en la vida que los hijos; una carrera, el prestigio profesional, las mujeres… Incluso una vez accedió a llevar a mi papá a un viaje de negocios a Nueva York, pero se olvidó de él, de casualidad se cruzaron por una calle de Manhattan; si el azahar no hubiera intervenido quizás no se hubiera visto hasta que ambos estuvieran en Perú de regreso.






Papá creía firmemente en la familia, y era de los que pensaban que un hogar no debe desintegrarse, sin importar los problemas de por medio; hasta el último momento se resistió a la idea que su matrimonio con mi mamá estaba acabado, aunque era en la práctica insostenible. A pesar que no fue su vocación, se entregó de lleno a su profesión impuesta y fue uno de los mejores médicos que pisó un hospital en el Perú. Y cuando fue director en el Ministerio de Salud, a la cabeza del Serums, no solamente se mantuvo en un cargo de confianza en dos gobiernos diferentes (cosa rara en el estado) gracias a su capacidad e inteligencia, sino que además, jamás agarró un solo sol que no se hubiera ganado legalmente. Ojalá el 1% de los políticos fuesen un poco como era mi papá, este país sería muy diferente.





Un domingo de octubre en la mañana me llamó y me pidió que lo llevé un local en el centro (que hace años solía ser una botica, negocio familiar), quería que lo ayude a llevar una moto Yamaha vieja a su casa, como yo uso una camioneta pick-up, sería fácil. Pasamos por su casa, yo estaba con mi esposa e hija, y nos fuimos al centro, él estaba como siempre, como cualquier día. En el local estuvo renegando un poco, por el deterioro de las cosas que una vez fueron parte importante de su vida, pero eso era normal en él. Sacamos la moto pero a la luz del día, la vio vieja, oxidada, fea... mejor no, me dijo, ya no vale la pena, así que la volvimos a guardar y nos fuimos.
En el camino hablamos normal, claro que renegó un poco, pero como dije, él siempre fue así. Luego incluso bromeamos un poco. Lo dejé en su casa y me fui a un supermercado, bastante cerca de su casa. No había acabado de comprar y me llaman de su casa, diciendo que se había puesto mal. Regresé y lo encontré en su cama, temblando y sudando mucho. Al parecer, el conversar de cómo encontró las cosas, lo hizo renegar otra vez y se puso mal. Me dijo que quería calmarse, le tomé la presión, estaba normal. Le dije vamos al hospital, no quiso. Me senté en un sillón y le dije, ya, dime qué hago. Al rato me mandó al hospital a traer un calmante y alguien que le ponga la inyección. Corrí al hospital, hablé con medio mundo y logré llevarme una enfermera a su casa, quien le puso el calmante intravenoso. La enfermera, con una cara de circunstancia y preocupación me dijo al oído, vamos al hospital mejor, así que insistí y finalmente accedió. Lo llevé al Casimiro Ulloa, no quiso que lo cargue, caminó a la camioneta, lentito. En el camino me dijo es un infarto, no lo quise decir en la casa, yo le dije que se calme que en un ratito llegamos al hospital a que lo atiendan. Al llegar lo subieron en una camilla y sonaron la clave de emergencia. No hablé con él más. Me mandaron a comprar unas ampollas carísimas, se las pusieron para disolver un coágulo en una arteria. A las 2 horas ya estaba mejor, se estabilizó y nos dijeron que lo iban a trasladar al hospital Almenara, donde hay un centro especializado de cardiología. A las 6 pm empezó el traslado, mis hermanos y yo fuimos detrás de la ambulancia, corriendo. Cuando ya estábamos cerca, la ambulancia prendió la sirena y aceleró, la seguí, eso me pareció raro, pues en todo el camino vino rápido pero no así, como en emergencia. Llegamos al Almenara y la ambulancia entró rápidamente, mis hermanos se bajaron de la camioneta, pero sólo dejaron entrar a mi hermano mayor. Sentado esperando afuera del hospital, pensaba que mi papá tendría que cuidarse en adelante, que necesitaría una dieta baja de grasas y bajar el ritmo del trabajo, ya nada de guardias nocturnas. Imaginé que le harían un cateterismo para destaparle las arterias medio bloqueadas. Llamé a mi hermano y me dijo que papá estaba a puerta cerrada, pero que por un agujero vio que le estaban haciendo resucitación; en ese momento me preocupé. Al minuto me dice que mi papá se había muerto, no lo lograron salvar. En realidad se murió en la ambulancia y trataron de revivirlo, pero no pudieron.
No lo podía creer, entré y vi a mi padre en una camilla con un tubo en la garganta, el pecho desnudo y aun con sus jeans domingueros puestos, ya sin vida. Le agarré la mano aun tibia pero inerte, me quebré sobre su pecho; no lo esperaba. Esa misma noche mi hermano y yo llevamos a papá a una agencia funeraria y lo dejamos en un cajón con su terno negro. Hice todo lo que pude por ayudarlo, pero igual lo perdí. Es una sensación horrible de impotencia.
Velamos a mi papá en la Medalla Milagrosa en San Isidro, fue mucha gente a verlo, recibió muchísimas flores. Sus compañeros me pidieron llevarlo al hospital antes de ir al cementerio, cómo negarse a eso. Salimos del velatorio y llegamos al hospital, al estacionarse la carroza las ambulancias sonaban sus sirenas, varios médicos de bata blanca lo sacaron y llevaron en hombros a la recepción, donde había una cama de flores esperándolo. Hablaron sus amigos, un cura, mi tío, yo. Médicos, enfermeras y muchos otros no contenían las lágrimas. Luego lo cargaron y llevaron a dar una vuelta por los pasillos de la Emergencia, en donde por tantos años recorrió miles de veces, ayudando a tanta gente, bromeando muchas veces, renegando otras tantas. La clave (el timbre que anuncia normalmente la llegada de una emergencia) sonaba sin parar, le echaban miles de pétalos, le gritaban ¡presente! Lo sacaron finalmente a la calle en hombros y las ambulancias nuevamente lloraron su partida. Luego lo llevamos al cementerio Campo Fe, y lo enterramos. Al pie de su tumba le dije que aunque renegón, tenía un enorme corazón de oro, que no se preocupe, que vamos a estar bien, y ya no jodas viejo, deja de renegar y descansa... te voy a extrañar...
El hombre que soy hoy se lo debo en gran parte a él, a sus valores, a su ejemplo. Aunque en mi adolescencia chocamos muchas veces, estos últimos años mi relación con él fue buena, ya más viejos y calmados ambos, a pesar de tener el carácter tan parecido, dejamos de colisionar y nos convertimos en grandes amigos. Mi padre marcó mi vida adulta, me va a hacer mucha falta. Creo haber sido un buen hijo y sé que estaba orgulloso de mí, esos pensamientos me sosiegan.
Por lo menos me place el hecho que mi papá se fue entero, en buenas condiciones físicas, lúcido y fuerte. Le falló el corazón, sí, pero no llegó a ser un viejo lastimero y apañalado que yo tampoco quiero llegar a ser. Y esto que en la familia hay un historial de vejez miserable, pues mi abuela y sus hermanos apenas rayaban los 70 años y ya parecían de 100, perdiendo el control de sus esfínteres y la razón en la oscuridad de la demencia senil. Lo recordaré así, sonriente, renegando, hablador, escuchando su música de Burt Bacharach o Barry White, y fumando un cigarro. Pensándolo bien, en comparación con muchas otras, él se fue rápido, con sus hijos cerca, querido y admirado; fue una buena muerte.